Non tace invidia quando gloria crida (Cats IV, XIX. 1632: 53)
Nuevo emblema dedicado a la Envidia, aunque esta vez compartiendo protagonismo con la Fama. La Envidia es una mujer con cabellos serpentinos (imagen que ya nos había presentado Cesare Ripa) que vive en una oscura cueva, un locus inamoenus que recuerda el "palacio sucio de negra sangre de la Envidia. Está oculta en las profundidades de un valle su casa privada de sol, no accesible a ningún viento, triste y repleta de un frío entumecedor y que siempre está vacía de fuego y siempre llena de bruma" (Ovidio, Metamorfosis II, 760-764. 2004: 270).
La Envidia acompaña irremediablemente a la Fama, y es su compañera inseparable. El lema, "No guarda silencio la Envidia cuando la Fama vocea", está basado en el adagio latino "Virtutis comes invidia" ("La virtud es compañera de la envidia"), que conocemos por el Sophologium (VI, 27. 1480: 99v) del agustino Jacques Legrand (c.1360-1425) y que Jean Tixier incluyó en sus famosos Epitheta ("Invidia", 1524: 218). Cf. Virtutis et gloriae comes invidia (Pierre Lagnier, "Illustres quaedam sententiae", en Ciceronis sententiae, 1559: 259).
La gloria alcanzada levantará, en general, las envidias del pueblo; así Séneca aconseja al hombre sabio guardarse de los envidiosos. Para ello ha de demostrar cierta habilidad y sutileza: ha de mostrarse cercano al pueblo, abandonando la arrogancia, pero sin caer en el menosprecio: "Algunas vezes es de dubdar y de temer al pueblo. [...] Assí el sabio se guarda de la potencia que le puede dañar, pero fazerlo ha ssí, sabia y cautamente, que la gente no entienda porqué lo faze, [...] porque entre ellos que una cosa demanda o un oficio quieren siempre hay embidia y enemistad. [...] Acerca desto, segund los antiguos, devemos esquivar tres cosas: enemistad, embidia y menosprecio; quiero dezir que nos devemos guardar que por nuestra culpa no seamos mal quistos ni que otros hayan embidia de nos, y que no seamos despreciados de la gente. Esto cómo podrá fazerse: la sapiencia sola te lo mostrará, porque quando nos queremos desviar y esquivar la embidia, fagamos en guisa que no seamos muy dubdados ny muy temidos, es empero grave cosa de fazer de saberse hombre en tal manera temprar y contener, que no cay[g]amos en desprecio y vileza, y en tanto que nos no queramos ser sobrados ni despreciados de otro" (Séneca, Epístola XIV. 1510: 11v).
Según se cuenta, "En el tiempo del rey Cambises fue el poeta Simónides, que fue muy claro y sabio varón. Éste una vez seyendo preguntado por uno cómo podría huyr [de] la malicia de los embidiosos, respondió: No teniendo nada ni haziendo grandes y notables fechos, ca del tal non ha ninguno embidia" (Fernán Pérez de Guzmán, Mar de istorias, XXII. 1512: 10v-11). Efectivamente, como dijo san Basilio, "el único alivio de este mal es la ruina de alguno de aquellos a quienes se tiene envidia".
Poderosa es la Envidia, como recuerda nuestro emblemista en palabras de Ovidio, Summa petit livor. "La envidia acomete a las alturas, los vientos soplan con violencia en las cimas; los rayos que lanza la diestra de Júpiter hieren a las cumbres" [Summa petit livor, perstant altissima venti / Summa petunt dextra fulmina missa Iovis]. "Es tan esento el vicio de la embidia que no ay omenage que no escale, ni muro que no derrueque, ni mina que no contramine, ni potencia que no resista, ni hombre a quien no acometa. Si en un hombre solo se hallasse la hermosura de Absalón, la fortaleza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la ligereza de Azael, las riquezas de Cresso, la largueza de Alexandro, las fuerças de Héctor, la eloquencia de Homero, la fortuna de Julio, la vida de Augusto, la justicia de Trajano, y el zelo de Cicerón, téngase por dicho, que no será de gracias tan dotado quanto será de embidiosos perseguido" (Antonio de Guevara, Epístolas familiares, "Letra para don Diego de Camiña, en la qual se trata cómo la embidia reyna en todos". 1530: 65v).
La gloria alcanzada levantará, en general, las envidias del pueblo; así Séneca aconseja al hombre sabio guardarse de los envidiosos. Para ello ha de demostrar cierta habilidad y sutileza: ha de mostrarse cercano al pueblo, abandonando la arrogancia, pero sin caer en el menosprecio: "Algunas vezes es de dubdar y de temer al pueblo. [...] Assí el sabio se guarda de la potencia que le puede dañar, pero fazerlo ha ssí, sabia y cautamente, que la gente no entienda porqué lo faze, [...] porque entre ellos que una cosa demanda o un oficio quieren siempre hay embidia y enemistad. [...] Acerca desto, segund los antiguos, devemos esquivar tres cosas: enemistad, embidia y menosprecio; quiero dezir que nos devemos guardar que por nuestra culpa no seamos mal quistos ni que otros hayan embidia de nos, y que no seamos despreciados de la gente. Esto cómo podrá fazerse: la sapiencia sola te lo mostrará, porque quando nos queremos desviar y esquivar la embidia, fagamos en guisa que no seamos muy dubdados ny muy temidos, es empero grave cosa de fazer de saberse hombre en tal manera temprar y contener, que no cay[g]amos en desprecio y vileza, y en tanto que nos no queramos ser sobrados ni despreciados de otro" (Séneca, Epístola XIV. 1510: 11v).
Según se cuenta, "En el tiempo del rey Cambises fue el poeta Simónides, que fue muy claro y sabio varón. Éste una vez seyendo preguntado por uno cómo podría huyr [de] la malicia de los embidiosos, respondió: No teniendo nada ni haziendo grandes y notables fechos, ca del tal non ha ninguno embidia" (Fernán Pérez de Guzmán, Mar de istorias, XXII. 1512: 10v-11). Efectivamente, como dijo san Basilio, "el único alivio de este mal es la ruina de alguno de aquellos a quienes se tiene envidia".
Poderosa es la Envidia, como recuerda nuestro emblemista en palabras de Ovidio, Summa petit livor. "La envidia acomete a las alturas, los vientos soplan con violencia en las cimas; los rayos que lanza la diestra de Júpiter hieren a las cumbres" [Summa petit livor, perstant altissima venti / Summa petunt dextra fulmina missa Iovis]. "Es tan esento el vicio de la embidia que no ay omenage que no escale, ni muro que no derrueque, ni mina que no contramine, ni potencia que no resista, ni hombre a quien no acometa. Si en un hombre solo se hallasse la hermosura de Absalón, la fortaleza de Sansón, la sabiduría de Salomón, la ligereza de Azael, las riquezas de Cresso, la largueza de Alexandro, las fuerças de Héctor, la eloquencia de Homero, la fortuna de Julio, la vida de Augusto, la justicia de Trajano, y el zelo de Cicerón, téngase por dicho, que no será de gracias tan dotado quanto será de embidiosos perseguido" (Antonio de Guevara, Epístolas familiares, "Letra para don Diego de Camiña, en la qual se trata cómo la embidia reyna en todos". 1530: 65v).
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