Invidia sibi poena (Schoonhoven LXIII. 1618: 187-190)
Σοφοι consimilem; sagitta quid
Collimet solidi, resultat, et non
Scopum, sed miserum ferit magistrum.
Sic et pectore masculo, et cachinnis
Spretus invidus, in suum retorquet
Sagittas animum, sibique poena est;
Quisquis invidia movetur, ille
Scopum praebuit invidi sagittis.
Perteneciente al Emblemata del holandés Florens Schoonhoven (1594-1648), se presenta un emblema dedicado a la envidia, donde está dibujado un arquero que ha resultado herido por sus propias flechas, ante la atenta mirada de la Envidia; el título del emblema, "La envidia es su castigo", anticipa la declaración del epigrama:
Quienes se gozan en la envidia lanzan flechas, creyéndose diestros arqueros; y con flechas aparentemente certeras, aunque lanzadas sin puntería, acaban, lamentablemente, ellos mismos heridos. Así, ante las risas de la despreciable envidia, que logra desviar el curso de la flecha, recibe el masculino pecho su propio castigo. A quien mueve la envidia, resulta una diana expuesta a sus propias flechas.
En efecto, el envidioso, como declara Ovidio (Metamorfosis II, 783) hiere y se hiere al mismo tiempo, como una lima que desgasta y se desgasta (Covarrubias, 12); en palabras de san Basilio "Y lo que tal vez podrá alguno alabar en este mal es, que quanto es mayor la vehemencia de esta pasión, tanto más grave se hace al que adolece de ella. Al modo que las saetas disparadas con violencia se vuelven contra el que las dispara; a este modo también los ímpetus de la envidia, sin hacer mal ni daño al envidiado, se vuelven las plagas contra el mismo envidioso" (Basilio, "Contra la envidia". Homilías, 1796: 209).
A este respecto traemos el fragmento de un poema que el humanista italiano Giulio Cesare Scaligero dedica a la ciudad de Amberes, en la traducción de Cristóbal Calvete de Estrella (El felicissimo viaje, 1552: 224v):
"Quántos pueblos me miran rostrituertos, y de mal ojo
tantas saetas de mortal Embidia parece que me tiran".
A este respecto traemos el fragmento de un poema que el humanista italiano Giulio Cesare Scaligero dedica a la ciudad de Amberes, en la traducción de Cristóbal Calvete de Estrella (El felicissimo viaje, 1552: 224v):
"Quántos pueblos me miran rostrituertos, y de mal ojo
tantas saetas de mortal Embidia parece que me tiran".
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